Secretos con Papas

martes, septiembre 18, 2007

Encontrado

Mi libro cae a un lado de mí y me tuerzo la muñeca al caer esquivando el ataque. Una serie de muertes pasan por mi cabeza y pienso que una de ellas se está efectuando en este mismo momento. Me levanto rápidamente apenas siento la rodilla tocando el asfalto y mis pies resbalan en un vaivén infinito antes de ponerme en marcha como realmente hubiera querido. El otro que acompaña a mi atacante intenta hacerme una zancadilla pero milagrosamente no logra tirarme al suelo. Bajo la escalera de cemento de un par de saltos y mis pasos resuenan en la calle vacía. Ahora me entero en la práctica que ni Superman ni Batman existen. Debo salvarme sólo, correr con todas mis fuerzas. Doblo en una esquina y corro mirando hacia atrás. Ellos vienen no muy lejos de mí. A pesar de su pesada contextura física parecieran correr muy rápido, o quizá soy yo el que realmente tiene pésima condición física, pero ahora no me interesa en lo absoluto. El cuchillo pasó muy cerca de mi pecho. Logré esquivarlo justo a tiempo lo que provocó mi caída y la pérdida de mi libro que creo que ahora no me importa. Se que luego me importará, pero se que no me importa pero que sí me va a importar nuevamente. Bueno, ahora no me importa. Lo único que me interesa es que mis pulmones no fallen y estallen de pronto dejándome caer. Y entonces me enfrento cuando ya me están alcanzando. Me doy vuelta repentinamente y me abalanzo sobre uno de los dos, no logro distinguir contra quien. Logro golpearle de lleno en la cara. El otro me ataca cobardemente por la espalda con un pesado puñetazo en el hombro. Quedo de rodillas a un lado del que recibió mi golpe en la cara (se resiente en el suelo como un niño). Siento que de nuevo me atacará por la espalda y doy una patada hacia donde supuestamente debiera estar su rodilla. Milagrosamente logro quebrársela. El otro se recupera y alcanzo a ver la furia en su cara antes de correr nuevamente. No corro tan rápido como corría antes de enfrentarme a ellos. Estoy cansado sin embargo aún logro alejarme un buen trecho del que ahora es mi único buscador. Mi pecho sangra y mi chaqueta se mancha de sangre. Está inservible, entonces decido darle un último uso. Ya no tengo fuerza en mis brazos. Cojo una gran roca que está al lado de la calle y la envuelvo con mi chaqueta. Espero a que mis buscador este lo suficientemente cerca de mí. Viene cubriéndose la cara. Corro hacia él con lo último de fuerzas que me quedan y le doy en el estómago con la chaqueta que está entre mis manos usando la piedra como una especie de boleadora. El sujeto queda en el suelo. Me aseguro de que no me seguirá propinándole un último golpe con la piedra en el pecho.
Me tranquilizo un poco y camino (me arrastro) dejando atrás mi chaqueta. Busco un teléfono público. Me observo en el vidrio de la caseta telefónica mientras el teléfono se comunica. Estoy desecho, tengo los pómulos enrojecidos y la fiebre me invade. Salgo de mis meditaciones cuando una voz me contesta al otro lado del teléfono.

Nos encontraron – digo
Eso tenía que pasar, ahora sólo escóndete, intenta no ir a tu casa – me responde la voz

Cuelgo el auricular y la comunicación se corta escuchando las últimas palabras que me aconsejan no ir al lugar en donde me encontraré más seguro de las estupideces de la vida.
Jamás debí meterme en esto, pienso para mis adentros, sin embargo me alegro de que mis pistas están levantando la tierra en las cabezas de los otros. Simplemente me alegra que me busquen para matarme. Enciendo un cigarro y salgo de la caseta telefónica en dirección desconocida.
Cambio y fuera